Me encantan las relaciones tóxicas. En las historias, quiero decir, no en la vida real. Soy de las que cuando leyó la contraportada de Crepúsculo (antes de que se convirtiera en el boom editorial que fue) lo cogió de la biblioteca al instante pensando que sería una relación de abuso emocional vampírico. En realidad… Bueno, en realidad acerté. Pero la relación no era autoconsciente y se romantizaba, algo que por tristeza es bastante común en la literatura YA.
Me gusta leer sobre relaciones tóxicas porque para mí es como ver una película de terror: una manera de explorar emociones oscuras desde la seguridad de tu salón, con una mantita y palomitas, y la certeza de que una vez acabe la peli no tendrás más miedo (a no ser que estés sola en casa y te empieces a obsesionar con que la sombra de al lado de tu cama es un asesino).
El problema es que, en muchas ocasiones, mientras que el asesino de la peli es un monstruo o un psycho-killer al que denostamos de manera unánime, las relaciones tóxicas romantizadas no tienen una perspectiva tan clara. Si repetimos lo suficiente estos patrones y las publicitamos como «la gran historia de amor«, nos encontramos con que los lectores (o espectadores, o lo que sea) empiezan a desear una relación así. La amiga de un amigo, por poner un ejemplo, soñaba con un Edward Cullen en su vida. Al final lo encontró. Le costó salir de aquello dos años y necesitó mucho esfuerzo y muchas lágrimas. Hoy ya no son Edwards. Ahora quieren Hardins.
Me cago en las muelas de Hardin, de verdad.
«Pero yo no voy a escribir una relación de esas», aseguras mientras minimizas el Scrivener. «Mi relación es muy bonita. Es sobre dos personas que descubren el amor, y a veces tienen problemas y…»
¿Seguro? ¿Al cien por cien? Mira que vivimos bombardeados por unas convenciones de cómo debería ser el amor romántico que nos dirigen, aunque no queramos, a repetir las mismas pautas sin darnos cuenta. ¿Puedes leer tu maravillosa relación con los ojos de alguien ajeno a tus poderes de escritor y estar seguro de que no apesta?
Lejos de ser una especialista, creo que puedo aportar mi pequeño granito de arena y ayudar a los demás a detectar las principales señales de riesgo. Esta NO es una lista definitiva, pero creo que sirve como test inicial. Que en un momento dado se cumpla una de estas condiciones no significa que por narices la relación sea tóxica e irrecuperable. Errar es humano, y tus personajes deberían serlo. Las relaciones nunca son perfectas, y leer sobre una es muy aburrido. Pero los personajes que quieran una relación sana tendrán que identificar esas conductas indeseables y hacer lo posible por eliminarlas. Tienen que aprender a ser una pareja, lo que no es cambiar al chico malo para bien con el poder del amor. Eso no se puede hacer.
Recordad que lo más importante de todo es la perspectiva. Podéis escribir sobre lo que queráis, pero pensad que siempre estaréis enviando un mensaje. Y a menos que queráis enviar el mensaje de que esto está bien (y en YA no deberíais, y en esto soy categórica), es momento de replantearos cómo estáis contando la historia. Si queréis contar cómo dos personas se hacen polvo mutuamente, sed libres de tomar la lista como un semillero de ideas. Si planeáis la gran historia de amor… pls dont.
1. Existe un desequilibrio de poder
—Vamos de vacaciones a Cuenca.
—¿A Cuenca? Huy, pero a mí no me gusta nada…
—Nunca te gusta lo que a mí me gusta.
—Eso no es verdad. Además, pensaba que habíamos quedado en ir a Alcorcón, que nos gusta a ambos.
—¿Qué más da? Vamos a Cuenca, joder. ¿No me quieres? A veces parece que no me quieres.
—Sí te quiero.
—Entonces vamos a Cuenca. Porfa. Dame el gusto.
—… Vale.
Siempre se hace lo que un personaje quiere. Insiste e insiste hasta lograr su objetivo. La otra persona no se opone en absoluto, o se opone débilmente hasta que el otro impone su voluntad. El método logrado es indiferente. Algunas veces es por pura pesadez, otras porque el personaje pasivo teme la furia del activo, o porque el activo usa el chantaje emocional o la victimización, o cualquier otra manera.
También puede ser que uno sea superior a otro en algún sentido (profesional, jerárquico, o que exista algún tipo de dependencia económica o social) y que todas las decisiones que tome el personaje en inferioridad de condiciones estén sesgadas por este hecho. Si es su jefe, le seguirá la corriente por temor a un despido, si es su profesor, por temor a un suspenso, etc.
Se supone que una relación de dos es una relación de iguales. Las decisiones han de tomarse entre las dos partes, y la negociación tiene que ser mutua. Si existe una negociación pero después no se cumple lo pactado, la negociación no vale. Si una de las partes no puede exponer su punto de vista y trazar sus límites sin coacción, tampoco vale. Si la negociación se lleva a cabo mediante el chantaje de alguna clase, no es negociación.
2. No hay respeto
—Menuda camisa más fea llevas hoy. ¿No tenías otra?
—A mí me gusta mucho.
—Pues vaya mierda.
—Me la he puesto para presentar mi foto al concurso.
—¿Pero todavía crees que vas a ganar? ¿Para qué lo haces?
—Oye, tal vez lo consiga…
—Pfff… Lo dudo. Pero nada, te acompaño. Si quieres perder el tiempo…
Uno de los dos no respeta los límites impuestos por la otra persona. Si no puede tocar por encima de la rodilla, toca. Si no puede presentarse en su casa sin avisar, lo hace. Si no tiene permiso para abrir su armario, lo abre.
Hay descalificaciones. Uno de los dos no cree que el otro sea suficientemente bueno y se lo hace saber. Se ríe de su aspecto, de su intelecto, de sus elecciones, de sus aficiones. No son las típicas bromas que comparten dos personas con mucha confianza, sino imprecaciones e insultos que hacen daño de verdad.
La bandera roja total es que el que el que hace todas esas cosas no admite estar equivocado, ni pide perdón, y si lo hace siempre vuelve a repetir. Todo el mundo podemos molestar a otro sin darnos cuenta, pero si de verdad nos preocupa su bienestar emocional, intentamos no volver a hacerlo. Los límites que dibuja alguien nunca deberían cruzarse sin permiso, sean del tipo que sean. Cruzarlos después de insistir muchas veces no implica que se haya recibido ese permiso, sólo que el personaje ha sido extraordinariamente pesado.
3. Uno de los personjes no se siente bien
Tras despedirnos en el portal, subo a casa en el ascensor. Me miro al espejo. Ha sido un día lleno de emociones y creo que no puedo soportarlas. Esto es demasiado. La angustia se instala en mi garganta y, sin poder evitarlo, me echo a llorar. ¿Por qué siempre me hace sentir así?
Creo que esta es la señal más clara de que algo va mal (o muy mal) en esa relación, sobre todo si acaban de empezar. No hablo de una situación de tensión, o de los problemas normales que todo el mundo tiene en algún momento, sino que uno de los personajes se sienta «vampirizado» por el otro. Las interacciones que tienen son agotadoras y, en lugar de servir de refugio emocional o apoyo, resultan todo lo contrario. Me acuerdo de Anastasia en 50 Sombras de Grey y sus llantinas inexplicables después de pasar tiempo con el intensito de Christian, por ejemplo.
Si uno de tus personajes se ve abrumado por la presencia del otro y mejora en su ausencia, deberías replantearte la relación que estás escribiendo.
4. Sufren de dependencia emocional
No podía imaginarme mi mundo sin Paco. Toda mi vida giraba en torno a él. Me despertaba pensando en él y me dormía pensando en él, y cada cosa que hacía era por él. Quería ser suyo, que él fuese mío, y vivir juntos para siempre. De hecho, estaba preparando una operación que nos conectaría físicamente al más puro estilo Molg H y…
Tu personaje se ha enamorado y su mundo ha dejado de girar. De pronto, abandona sus aficiones y sueños y pasa a desear los de su nueva pareja. Reconstruye su vida en torno a la pareja, espera su aprobación en todo, cambia sus hábitos, pierde amistades… Todo porque su pareja es su media naranja, su alma gemela, y lo demás deja de importar. No tiene por qué ser una imposición por la otra parte: a veces se hace sin ser consciente, pero eso no significa que esté bien. Ahí tenemos a Bella, tirándose de acantilados para poder ver a Edward, o al propio Edward, suicidándose en una plaza porque cree que ella está muerta.
Las parejas no son medias naranjas, son naranjas (o limones, o plátanos, o calabazas) completas que deciden compartir parte de sus vidas con otras. ¿Qué pasaría si uno de los dos personajes muriera una vez el que sigue vivo pasara el periodo de luto? ¿Se marchitaría y se dejaría morir, incapaz de enfrentarse al mundo? Si es así, hay problemas.
Aquí podemos insertar el amor salvador. ¿Cuántas veces hemos leído lo asquerosa que es la vida de un personaje y cómo cambia todo cuando el personaje número 2 aparece? Vale, ¿qué pasa si el amor salvador se va? ¿La vida del personaje se vuelve a la mierda? Se supone que el crecimiento personal debe darse de manera individual, aunque es cierto que el apoyo de una pareja puede ayudar. Sin embargo, si todo lo que necesitaba ese personaje para ser feliz era que alguien lo quisiera, tal vez debería replantearse si de verdad ha mejorado o sólo ha puesto un parche.
5. Celos enfermizos
—¿Con quién estabas hablando?
—Con mi vecina, es que hay unas goteras en…
—No me lo creo. No la he visto nunca en el portal.
—Es que no viene mucho y…
—Mentira. ¿Quién era esa tía?
—Era mi vecina, te lo he dicho.
—Y yo me lo creo. La próxima vez que habléis, quiero estar presente.
Todo el mundo siente celos. Bueno, no todo el mundo. Hay alguna gente que, de manera natural y gracias a una confianza en sí mismos alucinante, no tienen. Los celos vienen y van, y pueden ser de cualquier tipo, no sólo románticos. Pero mientras que los celos entre hermanos o entre rivales académicos se ven de manera negativa, se espera que las parejas tengan celos de otras MALVADAS PERSONAS QUE VIENEN A ROBARLES. Si alguien afirma no tener celos, se le acusa de iluso/cornudo con una facilidad pasmosa, y es que casi que tenemos que orinar en torno a nuestra pareja para proteger(nos) de intrusiones ajenas. Hay gente que hasta se cabrea cuando se encuentra con relaciones abiertas o poliamorosas en las que no tienen nada que decir porque no son capaces de hacerse a la idea de que a otros les funcionen.
Sin necesidad de tener que abrir la pareja para que sea aceptable (no todos los personajes son Jack, Victoria y Christian), los celos enfermizos son una señal clara de problemas. Los celos son normales, pero la respuesta madura y sana consiste en que el personaje admita que tiene ese comportamiento y se pregunte por qué. Los celos surgen de la inseguridad y la falta de confianza en uno mismo y en el otro, y nunca dependen de cuánto se quiera a otra persona. Nunca son una medida válida de amor. Vencerlos conlleva autocrítica, diálogo y negociación a dos partes, nunca violencia e imposiciones.
6. No dialogan
Francisca había vuelto a dejarse la tapa del inodoro levantada. No lo soportaba. Era algo tan fácil de hacer, y sin embargo… De verdad, cada vez que iba al váter y se lo encontraba así, daban ganas de cagarse en lo más barrido. Era mejor no decírselo, porque siempre que lo intentaba acababan a gritos, pero aun así… Con un suspiro, bajó la tapa e hizo pis. A ver si la próxima vez aprendía a hacerlo sola.
Me parece fundamental a la hora de crear una relación romántica con sentido que los personajes se relacionen entre sí de verdad. El amor instantáneo no existe. Es enchochamiento, crush o como quieras llamarlo, y a cualquiera que viaje en transporte público y se tope de vez en cuando con gente estúpidamente guapa le puede pasar. Eso no significa que esa persona merezca la pena, o que vaya a ser compatible con nosotros.
La falta de esa interacción no hace que la relación sea tóxica, sino poco realista. Eso no es un crimen (y aquí te explico cómo crear relaciones románticas realistas, por si no lo tienes muy claro). Pero cuando la pareja tiene problemas y una o ambas partes se niegan a hablar al respecto, minimizan la crisis o hacen piruetas mentales para hacer como que todo va bien, no mola tanto. Es todavía más peligroso cuando uno de los personajes se niega a sacar un tema por miedo a la reacción del otro. Si es así… Bueno, revísalo bien.
Es cierto que no todo el mundo tiene la misma disposición para comunicarse, pero se supone que en una pareja tiene que haber confianza. Si alguien se molesta por algo que ha ocurrido, es necesario que se exponga, que el otro escuche y que se tomen medidas al respecto. Ponerse los dedos en los oídos y seguir adelante es como lanzarse por una pista en un coche en llamas. Todo parece despejado y viento en popa, pero en algún momento explotará (aunque, en realidad, los coches no siempre exploten…).
¡Buenas! Un artículo genial 🙂 La verdad es que le ha gustado porque estoy escribiendo una cosilla sobre una relación tóxica y bueno, cumplo 5 de 6 creo. Así que chachi. ¡Un abrazo!
¡Jajajajaja! ¡Me encanta que se use como medida para escribir relaciones tóxicas a propósito!
Rocío, de mayor quiero ser como tú.
El secreto está en comer mucha pizza.
Genial el artículo. Esta idealización de las relaciones tóxicas me tiene hasta la coronilla, la verdad. En la erótica me da igual, porque se supone que las lectoras ya tienen edad y el juicio para saber que una persona no debe tratar a otra de esos modos (que lo dudo, porque oyes a algunas Twilight moms y te caes para atrás). Ahora bien, el YA es otra cosa, y es justamente ahí donde predomina esta moda, a veces combinada con triángulos amorosos para variar.
Este criterio también se puede extender a las amistades. He leído algunas novelas en las que una de las «amigas» se dedicaba a menospreciar a la otra.
La fantasía del macho conquistador está a la orden del día. Mientras sólo sea una fantasía, no pasa nada. Pero en YA es imperdonable…
Sobre las amistades… Bueno, digamos que la ficción necesita un buen repaso respecto a la manera en la que se representa a la mujer en todas sus relaciones.
Me ha encantado el articulo. En lo personal tengo una historia que pasa por dos que tres puntos, no en plan exagerado, pero lo voy a reconsiderar y delimitar esas características toxicas. Segunda, tengo otra historia, jajaja, donde la pareja inicia por la atracción sexual que ambos sienten, pero va a tocar dos que tres puntos, aunque mi tirada es que se vea que una pareja es de dos. Voy a leer tu otro articulo, ya que deseo ver si ando por buen camino respecto a la idea que tengo en la cabeza. Muchas gracias por la información.
Hace poco discutía con una amiga sobre esto, de como sin darnos cuenta podemos llegar a caer en escribir relaciones tóxicas. A mi me entró tanta preocupación que termine por revisar más de tres veces mi escrito hasta que sentí que ya no caía en ser la ‘dama en apuros’.
Me preocupa que las chicas que len YA se hagan a una idea de necesitar un hombre las controle porque eso es el romance para ellas, espero que la mayoría de ellas se den cuenta de que solo es una fantasía que debe quedarse en eso, una fantasía.
Maravilloso, las dos parejas a las que tengo que evaluar para mi historia en curso cumplen con lo que deberían según esta lista.
Me parece que por carecer de todos esos síntomas me quedan «poco románticas» casi todas mis historias. Pero ni modo.
No, para nada. El romance son los pequeños gestos, la intimidad, las miradas cómplices, el cariño, la confianza, los roces del día a día que se van solucionando, los proyectos juntos…
Me encantó el post. Este tema lo había visto, pero nunca con los indicios así de detallados. Justo ahora estoy leyendo una novela de esas de romance histórico y el protagonista le dice a la chica, apenas la conoce, que él es «el hombre que ella necesita». Así, como si fuera un halago. Y cómo detesto esas sinopsis de young adult en las que «la vida de Juanita era una mierda hasta que llegó Fulanito, el chico super misterioso a cambiar su destino.» Pareciera que nos lavaran el cerebro de a poco. Al final terminamos teniendo esa clase de relaciones-pesadilla y nos preguntamos porqué no es tan bonito como parece.
Me llevo el link, lo comparto.
¡Besos!
Genial artículo, Rocío. Aunque me he quedado pensando en lo del amor salvador. ¿Cómo lo enfocarías exactamente? Creo que en realidad el esquema «la vida de personaje 1 es una mierda hasta que aparece personaje 2» no es malo per se, sino que depende de cómo lo maneje el autor. Si se genera una dependencia tóxica y egoísta, claro que es nocivo, como bien dices; pero si entre la pareja se da una influencia positiva recíproca, creo que ambos salen reforzados. Estoy pensando por ejemplo en Alana y Marko, de Saga, y en cómo los define Hazel: «Juntos, ambos sacaban lo mejor del otro; separados, eran un desastre». Eso también es amor salvador y también implica cierta dependencia, porque es el efecto del otro lo que te ayuda a ser mejor (no eres el mismo sin esa persona a tu lado), pero no lo veo como algo tóxico, sino como una forma de crear vínculo que da más sentido y solidez a la pareja.
Es un tema complejo. Aunque tienes razón en que cada uno debe crecer de forma individual, si acaso con el apoyo puntual del compañero, también existe otro tipo de crecimiento, el de la propia pareja en sí. Cuando dos personas están juntas, crean una unidad y no se pueden alienar completamente el uno del otro. Incluso los problemas personales que superen por separado sumarán puntos de experiencia a la pareja como un todo, porque atravesaron el trance juntos. Sí, tal vez personaje 1 sólo necesitaba que alguien lo quisiera, o confiara en él, o lo apoyara, o le diera un objetivo que lo sacara de una depresión, y personaje 2 le cambió la vida (seguramente todos hayamos conocido a alguien así). Y eso tal vez cree dependencia, tal vez deje a uno de ellos roto cuando el otro muera o falte, pero eso no significa exactamente que sea malo, ¿no? Mientras estemos hablando de una relación sana…
Nos hemos acostumbrado demasiado a asociar el amor salvador con la típica muchachita sacrificada y mártir que aguanta carros y carretas con un tío gilipollas e insufrible que le convierte la vida en un infierno, con la esperanza de transformarlo en una buena persona por obra de magia (NIÑOS, NO REPITÁIS ESTO EN CASA). Pero amor salvador también es, simplemente, encontrar al «amor de tu vida», esa persona que da y recibe en la misma medida que tú y hace tu vida mejor, y crecer juntos. ¿Qué opinas?
Una de las frases que más se me quedaron grabadas de mi madre, cuando yo era pequeño, fue «¡Cuánto daño hicieron las películas de amor americanas a las mujeres de este país!». Tu artículo ilustra este sentimiento a la perfección. Lo mismo podría decirse de las canciones románticas ¿verdad? 🙂 Gracias por este post, entre maraviloso y genial. Comparto.
Una sugerencia: Secretaria (Maggie Gyllenhaal, James Spader). Si no la has visto igual te llevas una sorpresa. Y sí, trata sobre una relación tóxica… o no (aún no lo termino de tener claro)
Ya la he visto y es de mis pelis favoritas. Pero es cierto que resulta problemática. En el contexto BDSM, ninguna de las cosas que hacen es reprobable, pero entran en ese contexto sin marcar límites ni comunicarse efectivamente. Y él es un capullo con ella y con todas las secretarias que tenía antes sin que se hubiese establecido que ese era el juego de poder que deseaban tener.