¡Alto ahí, que te veo venir! «A ver qué dice esta sobre las cosas que salen en mi novela», murmuras entre dientes, y al bajar por la lista tus pupilas se contraen al darte cuenta de que uno o varios de estos puntos están en tu novela. Ruges y me maldices, y corres a comentarme que quién me creo yo que soy para decir que tu novela de fantasía es mala.
Pues nadie. Probablemente no me haya leído tu novela. Probablemente ni siquiera sepa cómo se titula, o si existe. Quizás tu novela haga un uso ingenioso del cliché y lo subvierta. Quizás tu novela haga un uso literal del cliché y, a pesar de todo, no esté mal. O quizás tu novela sea mala.
No lo sé. No la he leído. Probablemente.
Como diría un sabio (?) barbudo: «No es el cliché el que hace mala la novela, pero es la mala novela la que quiere que los clichés sean la novela». O algo así. Si te acuerdas de mi artículo de la semana pasada, comentaba 5 cosas que me atraen irremediablemente hacia una historia. Eso no quiere decir que la atracción fuese a culminar en amor eterno. Si la novela tiene una magnífica descripción de una ciudad aérea en la que el protagonista asexual vive con sus veinte familiares, pero la trama es lo más insulso que te puedas echar a la cara, nuestro affaire está condenado tan pronto me dé cuenta.
Por el contrario, si la novela está acosada por un millar de clichés pero tiene virtudes tales que me permitan sobreponerme a la reticencia inicial, igual me acaba encantando. Yo que sé. Sorprendedme.