Una vez tengas la idea, te darás cuenta de que es más un conjunto de imágenes, retazos de personajes, escenas sueltas y diálogo desordenado que UNA idea. Gracias a este conjunto has podido juzgar, más o menos, si la idea merece la pena. Pero sólo con ello no puedes enfrentarte a la tarea de construir una novela. Necesitas planificación.
Mapas o brújula
Desconocía la diferencia de mapas o brújula hasta que leí una entrada al respecto en el blog de César Mallorquí. George Martin dice que la contraposición es de arquitecto vs. jardinero. Lo más corriente es tener un poco de cada, pero la diferencia fundamental es el escritor que planifica contra el escritor que se aventura.
Cuando yo empecé, era principalmente de mapas. De ello extraje las cuatro novelas que he escrito más rápido y con más facilidad. Después, no sé por qué, me volví casi completamente de brújula. Abandoné la planificación y vagabundee por las historias dando lugar a varios borradores fallidos e inacabados.
Por tanto, voy a hacer el esfuerzo de volver a los mapas. Mi viaje de construcción hacia el NaNoWriMo será así, y así lo plasmaré. Si eres de brújula o ni siquiera lo sabes, no te preocupes: saca de esto lo que te sirva e ignora todo lo demás. ¡No pasa nada!
Los cimientos (y un montón de ideas de decoración)
Tienes un montón de retazos sueltos que giran en torno a tu idea. Los percibes, pero no los has desarrollado del todo. Es el momento de plasmarlos en papel. Coge un cuaderno o abre un archivo en blanco en tu procesador de textos y escribe todo lo que sepas sobre tu idea. No ordenes: simplemente escribe.
Cuando termines, verás que tienes la sombra de un esqueleto. Un hueso aquí, una estructura que se insinúa allá… ¿Vas a poder hacer algo con todo esto? ¡Claro que sí! Tienes que darle forma.
Lo primero es localizar los puntos importantes. Necesitarás (al menos) un protagonista, un antagonista y un objetivo. Probablemente tengas muy claro alguno de los tres puntos. Seguro que sabes mucho acerca del ambiente y el espacio donde se desarrolla y adoras a los personajes secundarios. ¡Guarda todo eso! Después te hará falta, pero primero necesitas matizar esto.
En el caso de la novela que voy a escribir este noviembre, es una idea que lleva rondándome mucho tiempo. Tenía cosas sueltas del setting y de los personajes secundarios, algo sobre la protagonista y su familia y más o menos un objetivo, pero me faltaba un antagonista. Mi novela es de misterio, por lo que necesito saber antes que nada quién es el culpable del hecho a investigar. Después de darle una vuelta, descubrí quién era el antagonista y cómo se unía con el objetivo y el setting.
La trama (y un montón de cosas extra)
Como ya tienes los tres elementos básicos, puedes ponerte a desarrollar la trama. En realidad, la trama no es más que las cosas que pasan mientras el protagonista persigue el objetivo y no lo alcanza debido a los conflictos (o antagonistas). ¿Ves por qué era necesario hallar esos tres pilares?
Ojo: no todas las cosas malas pasan por culpa del malo. Los personajes principales deben tener conflictos externos (con el ambiente, con el villano) tanto como conflictos internos (inseguridades, traumas, contradicciones). En muchas ocasiones, los peligros surgen de estos conflictos internos.
En mi novela Guerreros del Sol, la protagonista recibe un claro objetivo desde el principio: viajar al este y contactar con su madre para ganarse su apoyo en la guerra civil. Pero Beren tiene un conflicto interno con la aceptación de responsabilidades y todo lo que tiene que ver con su madre. En lugar de viajar al este, tal y como había prometido, se dirige al oeste para visitar a su hermano. Esto tiene unas consecuencias que se añaden a la trama y que provocan cambios en la protagonista. ¡Y ninguno de los villanos se interpone entre ella y su camino libre hacia su madre!
Si tu protagonista toma decisiones erróneas, como Beren, es que es humano.
Lo que me gusta hacer para encontrar la trama es redactar un resumen de las cosas que tienen que pasar. Es muy normal que te quedes atascado en un punto y que necesites pensar un tiempo para saber cómo continuar. A veces, lo que falta es un personaje más o un catalizador. En cuanto broten, servirán como nuevos raíles para el tren de la trama: verás que se desliza sobre ellos sin ningún problema.
En mi propia experiencia, mientras desarrollaba la trama para este noviembre, me encontré con que mi protagonista no tenía un motivo muy claro para implicarse en la resolución del misterio. La curiosidad propia ayudaría, pero no bastaba para meterse en un berenjenal que podía resultar en ella despedida del trabajo o muerta. Estaba muy claro que necesitaba un motivo personal para ponerse en peligro… y no lo tenía.
Así que me vino a la mente una petición de ayuda. Y, aunque no lo sabía hasta entonces, resultó que el marido de mi protagonista tenía un sobrino al que los dos querían mucho, pero no veían hacía un tiempo. En mitad de la noche aparece en su puerta pidiéndoles refugio y ayuda: hay alguien que le busca para matarle porque ha contraído la misteriosa enfermedad que azota la ciudad en la que viven. La protagonista deberá reaccionar a este descubrimiento. Me da un conflicto estupendo: ¿supera su amor por el sobrino el miedo a la enfermedad? No sólo eso. Gracias a que el sobrino está perseguido, puedo establecer un buen motivo para que la protagonista se reuna con un personaje secundario que tenía en el limbo desde el principio. Este personaje secundario la guiará hasta el nexo que une al sobrino con el antagonista. Ya tengo la mitad de la trama preparada, y todo gracias a un personaje que hasta ahora no existía.
Dale la tabarra a un amigo
No hay nada mejor para desarrollar una historia que contarla. En tu mente, la trama se tambalea. Tienes ciertas ideas de lo que tiene que ocurrir, pero no cómo. Lo mejor para darles forma es elaborarlas. Si lo haces para otra persona, tendrás que esforzarte el doble para que sea comprensible, y en el camino despejarás incógnitas.
Cuéntale a alguien de qué va la historia. Si es otro escritor, podrás devolverle el favor y las historias de ambos mejorarán. Que te haga preguntas si no entiende algo y que te pida que expliques lo que más le interesa. Pídele que te dé ideas. Mientras tanto, anótalo todo.
Resúmenes y esquemas
Una vez tengas un resumen de la trama, que recomiendo que ocupe al menos una página entera, fragméntala en capítulos. No hay un número óptimo, pero piensa en unos doce o trece, al menos. Después, mientras escribas, tendrás tiempo de derribar tabiques y fusionar capítulos, o abrir más porque lo necesitas.
¿Sabes qué toca ahora? Vuelve a resumir la trama, pero con más detalles. Si puedes, separa las escenas y planifícalas todo lo posible. Anota para qué sirven, quiénes salen y por qué son necesarias. Recuerda: si te quedas atascada, lo más probable es que te falten nexos que todavía no conoces. Dale una vuelta, o dos, o tres, y añade lo que sea necesario. Descubrirás cosas sobre los personajes y sus conflictos que podrás utilizar para beneficio de la historia. Es muy normal descubrir algo mientras planificas el capítulo ocho y volver atrás para encajarlo correctamente. Aprovéchate de las sinergias que aparezcan.
Como puedes ver, el proceso se desenvuelve a base de volver sobre los pasos y ampliar información. La trama (y los personajes, y la novela) no van a surgir en un rayo de inspiración. Cuando ocurra, será útil y cambiará muchas cosas para bien… pero como suelen decir, que te pille trabajando.