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El amor que leemos no es amor de verdad

Me ha venido a la cabeza algo que me dijo mi madre sobre mi abuela hace años. «Creció leyendo novelas de amor y cuando se casó y vio que no era eso, se desilusionó muchísimo». Esto me hace recordar el punto 20 del último artículo de Gabriella Campbell (que si no has leído te recomiendo porque es estupendo):

El amor que leemos no es amor de verdad

Parece una tontería tener que recordar que el amor que leemos y vemos por televisión no suele ser de verdad, pero es necesario. Muy necesario. Ya sabéis que pienso que la ficción moldea la realidad y la realidad moldea la ficción, así que consumir una idea hasta que sea asimilada por el imaginario popular puede ser beneficioso o perjudicial. Puede ayudar a que veamos la diversidad como algo natural, por ejemplo, o puede romantizar relaciones abusivas hasta el punto en que las niñas de catorce años vean normal que su novio las controle porque Hardin esto o aquello.

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«Para demostrar mi amor por ti, me he descoyuntado las cervicales.»

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5 cosas que me encantaría encontrarme en una novela fantástica

No pasa nada por caer en lugares comunes, pero la repetición suele llevar al aburrimiento. A mi aburrimiento, al menos. Este post es bastante personal. En él voy a describir las cinco cosas que me gustaría encontrarme en una novela de fantasía, ya sea una sola o las cinco a la vez. A veces, cuando escribo, intento utilizar alguna de ellas. Otras, las ignoro y me dedico a darle vueltas de tuerca a otros aspectos de la historia. Lo bueno de la fantasía es que, realmente, no hay nada escrito en piedra. El género tiene un potencial infinito, y por desgracia solemos quedarnos con una porción muy pequeña.

Así que aquí está mi lista de cinco cosas que me gustaría encontrarme en una novela de fantasía y que probablemente llamasen mi atención inmediata si las leyera en la sinopsis:

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6 señales de que estás escribiendo una relación tóxica

Me encantan las relaciones tóxicas. En las historias, quiero decir, no en la vida real. Soy de las que cuando leyó la contraportada de Crepúsculo (antes de que se convirtiera en el boom editorial que fue) lo cogió de la biblioteca al instante pensando que sería una relación de abuso emocional vampírico. En realidad… Bueno, en realidad acerté. Pero la relación no era autoconsciente y se romantizaba, algo que por tristeza es bastante común en la literatura YA.

Me gusta leer sobre relaciones tóxicas porque para mí es como ver una película de terror: una manera de explorar emociones oscuras desde la seguridad de tu salón, con una mantita y palomitas, y la certeza de que una vez acabe la peli no tendrás más miedo (a no ser que estés sola en casa y te empieces a obsesionar con que la sombra de al lado de tu cama es un asesino).

Si te vigila, te depreda. Lo saben aquí y en la China popular.
Si te vigila, te depreda. Lo saben aquí y en la China popular.

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Cómo escribir relaciones románticas realistas

Hoy es San Valentín, como supongo que El Corte Inglés ya os ha recordado. Bueno, más o menos. No me hagáis recordar la campaña de este año

Venga, que me pierdo. Es San Valentín, y aunque me parece una festividad consumista y estúpida que no celebro, aprovecho el impulso del marketing para escribir un artículo sobre EL ROMANCE. Y es que hay subtramas románticas por toooodas partes. A mí me gustan, aunque he de admitir que en muchos casos están metidas con calzador y tan mal desarrolladas que dan ganas de poner los ojos en blanco cada vez que alguien jura amor eterno a la primera buenorra que se le cruza.

Espero que después de estos seis puntos os sea más fácil escribir rolletes, amoríos y amores.

1 – Establece la atracción inicial

Opinión impopular: el romance surge siempre a través de la atracción física. Bueno, casi siempre.

La belleza está en el interior y todo eso. Sí. Sí. Definitivamente sí. Pero la belleza también está en el exterior. Cada vez que conocemos a alguien, nuestra programación genética hace un escáner que entre otros muchos parámetros evalúa su viabilidad como compañero sexual. Decidimos si alguien nos gusta o no en unos segundos y, aunque la opinión puede y suele cambiar según conocemos a la otra persona durante el tiempo, es un proceso innato y automatizado.

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