Debo de ser de las pocas personas a las que les gusta de verdad el cine español. Me gustaba desde antes de que fuera cool, antes de Celda 211y de Ocho apellidos vascos. También me gustaban las series españolas. Hasta vi Hispania, a pesar de que los capítulos fuesen eternos y saliese Juan José Ballesta. Es que había romanos…
Ni qué decir tiene que, cuando se anunció El Ministerio del Tiempo, no supe si alegrarme o santiguarme. No estaba segura de que quisiera ver una gran idea destrozada por el canon español, pero sabía que las series de RTVE tenían muy buena producción. La última histórica que intenté ver fue Águila Roja y tardé media hora en cambiar el canal. ¿Me atrevería con esta?
De repente, mi TL de Facebook se llenó de elogios a la serie. En Tumblr hasta hacían fanarts, y en blogs roleros se hacían aventuras ministéricas que servían además para enseñar historia. Para una serie española, eso es grave. Así pues, en marzo del año pasado, me puse a verla… y me encantó.
Después del capítulo de este lunes y en una inspiración de esas que brotan en la ducha, me di cuenta de la lección que pueden darnos Olivares y su gente sobre esta serie y la manera que tienen de crearla. Yo os animo a que la veáis si no lo habéis hecho ya. Mientras tanto, aquí os dejo estos cinco puntos: